Lexa
    Octavia se enfadaría 
conmigo pero es que no conseguía dormir nada, me dediqué a repetir uno 
de los vídeos del ordenador personal de Horace. Eran las tres de la 
mañana cuando me senté en la cama con los cascos puestos, antes de hacer
 correr el vídeo vi a Octavia a mi lado, sonreí agradecida de que 
estuviese allí, pasé mi mano por su oscuro cabello en una sutil caricia,
 no se movió, tenía el sueño pesado cuando quería.
      Sabía que al hacer 
lo que estábamos por hacer la haría peligrar a ella y a mi hermano y a 
mucha más gente, la ART era un gigantezco ejército entrenado por los 
veteranos que ya habían servido a los Tramell. Pero era necesario llegar
 al fondo de esto, Horace dijo que tenía que elegir. Bien podía seguir 
atendiendo a lo que se me ordenara pero no era apropiado, Octavia lo 
sabía, Horace lo sabía, no estábamos haciendo un bien, eramos escoria 
humana. Y de eso me iba dando cuenta gracias a mi abuelo, a lo que contaban sus notas. Él intentó hacer algo distinto junto a mi abuela y a mis padres. 
   Yo estaba preparada para
 lo que viniera, si dentro de la ART había gente que estaba dispuesta a 
seguirme, bienvenidos, sin embargo hasta no tener claro a qué me 
enfrentaba no podía pedir la ayuda de mis soldados.
   Miré la pantalla de 
la portátil, el rostro moreno de una niña estaba en primer plano, una de
 las niñas que me pidieron buscar, ella y su hermana Amelia, que ahora 
sabía vivía con los Carlysle, eran mi misión. Una con la que Los Sabios 
creían mi abuelo no pudo cumplir. Me estaban probando.
     Amelia y su hermana 
escaparon de aquel incendio del Instituto que Horace debía investigar 
en el 95. En las anotaciones del abuelo decía que dicho Instituto se 
encargaba de adoctrinar niños, de allí saldrían futuros asesinos, 
espías, terroristas, todo financiado desde nuestras filas. Al descubrir 
eso me enervé, sabía que Los Sabios no eran santas palomas y que 
controlaban cada situación en el mundo, pero no dejaba de parecerme 
increíble. Y más en nombre de quién hacían todo, dizque por el bien de la humanidad. ¿A qué Dios servíamos? 
   Di play y el vídeo empezó a reproducirse.
"—¿Cómo te llamas, pequeña?—interrogó una mujer en perfecto alemán. 
—Amara Argent—respondió la niña.
—¿Quiénes son tus padres, Amara?
—Yo no tengo padres, sólo tengo a Ame, y Ame me tiene a mí—respondió la nena, casi podía jurar que estaba drogada.
—Para tener cuatro años hablas como una mujercita. ¿Dónde vives?
—En el Instituto RK.—RK: RosenKreuz. RosaCruz. Uno de los brazos de las Altas Esferas. Uno de nuestros brazos.
—¿Qué les enseñan?
—Historia, Matemáticas, Literatura, Latín, Japonés, Francés, Español, Italiano, Inglés....
—Bien, ¿y cómo es?
—Es el infierno—la respuesta de la niña hizo que me recorriera un escalofrío por la espalda.
—¿Por qué? ¿Te tratan muy mal?
—A todos, nos 
adiestran... Ame dice que son gente mala, que no dejará que la gente 
mala me haga daño, Ame dice que se los cargará a todos como se cargó al 
viejo Wolfgang.
—¿Ame mató a Wolfgang,  Amara?—Wolfgang
 fue uno de los directores del instituto, tras su muerte a manos de la 
pequeña Amelia, Viktor Strauss fue enviado a tomar su lugar.
—Sí, porque me hizo daño, me pegó y me quemó. 
—¿Qué pasó la noche del 25 de diciembre, Amara? ¿Cómo se inició el incendio, y por qué?
—En el día nos 
hicieron practicar con armas, Ame debía dispararle a Lena, Ra...Rachel 
debía dispararle a Declan y yo debía dispararle a Ame. Debía herir, no 
matar... Pero dije que no, y me castigaron.
—¿Cómo te castigaron?
—Me encerraron en el 
féretro. Y Ame me sacó después, dijo que no volvería a pasar, que jamás 
dejaría que tomara un arma en mis manos, que no dejaría que matara a 
nadie... Ella se ocuparía... Se los cargaría a todos...
—¿Ame incendió el instituto, Amara?
—El mundo es un lugar
 tenebroso, sombrío... La humanidad lo único que hace es odiar, Ame se 
valió de eso, no tuvo que hacer mucho para incendiar el instituto... Ame
 hará que se maten los unos a los otros.... Solo me tiene a mí y yo la 
tengo a ella...
Pausé el vídeo y sequé mis lágrimas, cada vez que veía esa parte me rompía el corazón, se tenían la una a la otra porque su madre biológica y su padrastro fueron asesinados por soldados alemanes al servicio de las Altas Esferas, yo no sabía mucho más. De su padre biológico las pequeñas seguro no sabían su paradero.
      Pensé en Aiden y en que nos tenía a Octavia, a Raven, a Dietrich y a mí. Ellas sólo se tenían la una a la otra.
—¿Cuántas personas sobrevivieron además de ti y de Ame?—seguí viendo.
—Tres niños más.
—¿Quiénes?
—Lena, Claudia, y Declan.
—¿Dónde están, Amara?
—No sé, ellos se separaron de nosotras.
—Amara, ahora quiero que me digas dónde está Ame.
—Ame está en el armario... Ame está debajo de la cama... Ame está en el baño.... Ame está detrás de ti....
—¿Qué? ¿Dónde está, Amara?
—Ame está en el armario... Ame está debajo de la cama.... Ame está en el baño.... Ame está detrás de ti....—repitió la pequeña con voz sombría.
—¿No se supone que está bajo hipnosis?—habló el camarógrafo.
—Lo está.—La 
mujer apareció en cámara, tenía el pelo rojizo y una bata blanca encima 
de un vestido negro, era una doctora, psicóloga tal vez—. Amara, ¿dónde está Ame?
—Ame está en el armario... Ame está debajo de la cama... Ame está en el baño... Ame está detrás de ti...
—Te haré otra pregunta, Amara. ¿Quién le disparó a Davina?
—Ella misma—contestó la niña encogiéndose de hombros.
—Pero te encontraron a ti con el arma en la mano, tú le disparaste.
—No, ella lo hizo... ella me quitó mi peluche... ella se disparó al quitármelo... ella se sentenció... ella se disparó...
—¿Qué hacía el arma en tu mano?
—Se la quité después de que lo hizo.
—¿Quién le dio el arma?
—Tú lo hiciste.....—Rió.
—¿Estás jugando conmigo, Amara? ¿Quién le disparó a Davina? ¡Habla!—La bofetada que la doctora le soltó a la niña me sobresaltó, Amara cayó al suelo producto de lo fuerte que la golpeó la mujer.
—Ame lo hizo porque Davina me quitó mi peluche... Peluche que Ame me había regalado—respondió entonces desde el suelo sin dar señales de querer llorar.
—¿Y dónde está Ame, Amara?
—Ame está en el armario... Ame está debajo de la cama... Ame está en el baño... Ame está detrás de ti...
—Deja de jugar conmigo, mocosa.—Aquí empezaba lo peor, la mujer la pateó y tras eso la cogió del cabello y se acercó a ella, ¡qué impotencia!—. Apaga la cámara, William—ordenó al hombre que la acompañaba y no hacía nada por detener el maltrato—. Escúchame bien, mocosa—dijo volviéndose hacia la niña—. ¿Dónde carajos está Amelia?
—Ame está en el 
armario... Ame está debajo de la cama... Ame está en el baño... Ame está
 detrás de ti... Y te va a matar... Y yo veré tu cuerpo... Ame está 
detrás de ti....
—Estás bajo hipnosis, ¿cómo es que....
   Amara comenzó a reír, un sonido hermoso y de tan hermoso perturbador.
—Que diminuta eres...—le dijo a la doctora con una sonrisa en los labios.
   La cámara fue apagada, cerré la portátil y me levanté de la cama.
    Dentro de la Élite se
 le dio caza a Caín durante siglos, pero el hombre era escurridizo. Y 
no, la intención no era matarlo, según las anotaciones de Horace, Los 
Sabios querían la inmortalidad que él podía brindar, conocer ese hecho 
hizo que me preguntara por qué querrían la inmortalidad que Caín podía 
ofrecer si se estarían convirtiendo en Bebedores de Sangre y éstos eran 
considerados una aberración. Una hipocresía por su parte considerarlos así, sé por qué lo digo.
     La cuestión era que 
como no pudieron dar con el padre fueron a por las hijas, sin contar que
 éstas eran tan escurridizas como su progenitor. Sí llegaron a pasar por
 laboratorios, pero de la sangre de las niñas no 
consiguieron nada, los sujetos de estudio morían como si la sangre fuese
 un veneno para los humanos. Los cuerpos eran cremados y volvían a 
intentarlo con nuevos sujetos de prueba, y volvían a fallar. 
      Al menos hoy ya no tenían que vivir como conejillos de india.
  Abrí la blanca cortina y
 observé, por la ventana, la imponente ciudad de madrugada. Admito que 
podía no gustarme, pero a veces me parecía hermosa; antes de volver a 
cerrar la cortina llegué a ver a alguien observándome desde el edificio 
de enfrente. 
—Octavia, levántate—dije regresando a la cama, empecé a moverla—. Octavia, vamos, levántate.
—Espera, Ricky—musitó todavía en sueños.
—¿Quién es 
Ricky?—pregunté soltando una carcajada y desenrollando la sábana con la 
que estaba arropada, la pobre se cayó de la cama.
—¡¿Qué?! ¡¿Cómo?!—se 
sobresaltó—. ¡Qué te mato, Lexa!—exclamó cogiendo la sábana y 
cubriéndose el cuerpo desnudo—. Es la tercera y  última vez que me llevo
 un golpe en la cabeza porque me has tumbado de la cama.
—No me hagas reír que es
 algo serio, hay alguien vigilándonos desde el edificio de enfrente, 
cariño—dije entre carcajadas, es que era muy gracioso ver a Octavia 
quejándose recién levantada por una caída—. No hay mejor despertador que
 una sana caída de la cama.
—Lexa, no veo a nadie—dijo desde la ventana—. Y no tengo por qué contarte con quién sueño.
—Yo lo hago.
—Tú apenas duermes—replicó.
Iba a contestarle pero escuché un movimiento proveniente del salón.
—Vístete—le dije a Octavia mientras cogía mi espada de debajo de la cama.
   Yo llevaba un 
pantalón de chándal blanco y una sudadera ceñida al cuerpo del mismo 
color. Y con la espada en mano salí de la habitación, al llegar a la 
escalera vi una silueta en medio de la oscuridad cerca de la misma, 
salté por la baranda cayendo de cuclillas frente al desconocido, me puse
 de pie y desenvainé mi espada.
—¿Tu madre no te enseñó a no meterte en casas ajenas?—le pregunté.
—¿La tuya no te enseñó a
 no meter las narices donde no te llaman?—replicó él, era un hombre muy 
alto que enseguida esquivó mi primera estocada en su contra—. Vamos, 
Lexa, puedes hacerlo mejor que esto—animó.
   Agarró una lámpara 
de pie que estaba al lado del sofá e intentó hacer frente a mi espada 
con ella, el tubo se rompió al momento de que el filo chocara con él, 
entonces sacó un arma. Octavia bajó a las carreras las escaleras, vi un 
punto rojo en su pecho que me alertó.
—¡Octavia agáchate!—El 
primero se distrajo, hubo un segundo tirador que entró por la puerta, 
era el que apuntaba a Octavia, y detrás de él entró alguien más que lo 
desarmó en medio de la oscuridad.
   El disparo no se 
oyó, pero sentí la bala rozar mi pierna derecha, cuando me volví vi los 
ojos del hombre brillar en un rojo carmesí. Era un Blood Drynka. Octavia
 fue a por él.
—Octavia, ¡no!
   El Bebedor de Sangre la 
encaró y mordió, el grito de Octavia rasgó el aire, no me detuve a 
pensarlo, se lo quité de encima, estaba en éxtasis por la sangre que 
había bebido de ella, sonreía, lo supe, sonreía. Entonces le corté la 
cabeza de un tajo. 
  Giré dejando caer mi 
espada y me acerqué a la niña de mis ojos que sufría en el suelo por el 
veneno de Blood Drynka que corría por su torrente sanguíneo. Me agaché y
 puse su cabeza en mi regazo.
—Le....Lexa.....—apenas salía su voz.
—Yo te protejo, yo te 
protejo—dije, las manos me temblaban, no creí que pasara algo así tan 
rápido, la sangre de la mordida en su cuello salía a borbotones—. No 
hables, maldito pulpo—la callé cuando quiso hablar.
   Lo siguiente que 
sentí fue una mano apretar mi cuello y escuché un cristal romperse, el 
frío viento del exterior chocó contra mi cara, vi el rostro de la mujer 
que me mantenía sujeta del cuello, intenté patearla pero cada vez que me
 movía me apretaba más el cuello.
       Se escuchó un disparo, la mujer giró la cara y pude ver a la persona que lo efectuó.
—Maldita zorra—dijo la mujer que me tenía sujeta del cuello.
—Ya sabía yo que nada bueno se traían entre manos—contestó la chica con una voz profunda, ronca.
   Disparó de nuevo consiguiendo que la mujer me soltara pero al estar cerca llegó a tiempo para cogerme de la mano.
—Tardará en levantarse, ¡no te sueltes!—me indicó.
—¡Cómo si quisiera hacerlo! ¡Súbeme, joder!—exclamé, me preocupaba Octavia.
   La joven hizo un esfuerzo y me haló hacia ella, le caí encima. Me levanté de inmediato y fui a por Octavia.
—¿Octavia? Octavia, estoy aquí. Octavia.
    La extraña le disparó en la pierna derecha.
—¡¡¡¿Perdiste la cabeza?!!!—exclamé.
—Ya me lo agradecerás—dijo pasándose la mano por su rubio cabello.
    Era un dardo lo que 
le había disparado a Octavia. La seguí con la mirada, apenas se podía 
distinguir algo de lo que hacía, estaba moviendo el cuerpo de la mujer 
que me había atacado y lo arrastró hacia la puerta.
—Es una dosis de verbena
 muy alta y contrarrestará el poco veneno que tiene en su sistema, 
actuaste rápido al quitárselo de encima—me felicitó, parándose en la puerta—. De esos dos te encargas 
tú, Lexie—agregó antes de salir llevándose a la mujer consigo.
    No tenía tiempo para seguirla, me concentré en Octavia, y como pude alcancé el teléfono e hice una llamada.
 

 
Pobre Octavia, fue interrumpida de su sueño. Y se dio un golpe. Tiene derecho a no decir con quien sueña.
ResponderEliminarMe gusta saber más de Amara, es un interesante personaje.
El interesante este descubrimiento de un personaje, recurso que has usado en otras historias, sobre la misión que cumple. Que no es lo que creía, que no le gusta. Y saber que tendrá que elegir entre eso o el riesgo de rebelarse.
Besos.
Hay dos Amara, ésta de aquí es a quien llaman Luna en Vestida de Luna.... ;)
EliminarLexa fue un poco rústica con Octavia xDD
Besazos, amigo mío...
Escalofriante el interrogatorio... intensa la lucha... imagino la escena y... cada vez te superas más, mi querida Ivel.
ResponderEliminarMil besitos para tu inicio de semana.
Vuestro cariño y apoyo es mi motivación para traerles personaje tras personaje, tras escena, tras historia :)
EliminarBesos, Hermosa Aurora, buen inicio de semana :***
Un capítulo con mucha acción, desde ese perturbador video que casi lo he visto desde tu relato y luego el ataque de los Blood Drynka. Y con quién estaría soñando Octavia, con Ricky Martin? :D
ResponderEliminarBesos dulces Ivel.
Jjajaja Este Ricky es un actor de la serie The100, y en la serie su personaje(Lincoln) y Octavia son pareja xDD
Eliminar¡¡¡Beijos, Poeta!!!!