domingo, 14 de enero de 2018

Capítulo 3: Passo Avanti

Lexa

   Acosté a Octavia en el sofá, la dejé por un momento para buscar una manta con la que cubrirla, estaba temblando de frío. Besé su frente después de arroparla bien, y miré con asco los cuerpos de los hombres que habían irrumpido en mi casa.
   Sabían quién era yo, venían a por mí.
  "¿La tuya no te enseñó a no meter las narices donde no te llaman?"

—¿Lexa?

   Me volví, Aiden se acercaba a mí con una maleta rodante y la mirada puesta en Octavia, paró en seco al ver los cuerpos de los sicarios que enviaron a matarme; detrás de él entró una morena de hermosos rasgos latinos con dos maletas, soltó un improperio al ver el desorden y la sangre en el suelo.

—Lexa, ¿cuántas veces te he dicho que las orgías pueden terminar mal?—dijo paseando la mirada por el salón.

—Sin bromas, Raven, esto es serio—la reprendí.

Aiden y ella se miraron, y luego a Octavia.

—¿Qué pasó?—preguntó mi hermano.

—Forzaron la entrada—respondí.

—Sí, eso es fácil de adivinar, ¿pero por qué?—insistió Aiden—. No creo que sean ladrones humanos, los decapitaste a ambos y Octavia tiene una mordida en el cuello.

—Venían a por mí—dije.

—Sigo preguntándome, ¿por qué? ¿Y cómo hallaron este lugar si los únicos que sabemos que vienes aquí somos Raven, Octavia, Dietrich y yo?

—No sé, Aiden. Tal vez me descuidé.

—¿Descuidada? ¿Tú? Y negros son tus ojos, cariño—intervino Raven—, quien quiera que haya enviado a estos tipejos sabía muy bien adonde los enviaba porque alguien debió soplarles la información. ¿Quién más sabe de este apartamento? ¿Sigues usando una identidad falsa, no?

—¿Podemos parar por un momento el interrogatorio y las teorías? Aiden, lleva a Octavia a mi habitación, la puerta está abierta.—El muchacho me hizo caso, en silencio cargó a Octavia y subió con ella las escaleras.

    Aiden tenía trece años, su complexión delgada podía engañar a cualquiera pero poseía mucha fuerza producto del entrenamiento que Raven y Dietrich le daban. Tenía el pelo rubio despeinado, por más que intentaba pasarse algún cepillo siempre terminaba igual, lo mismo le pasaba a nuestro padre, Aiden también tenía su color de ojos, un azul muy bonito.

—¿Octavia estará bien?—preguntó Raven.

—Fue la mordida de un Bebedor de Sangre, el veneno ya la habría matado así que sí, estará bien.—Raven asintió y se agachó ante uno de los cuerpos sin vida de los sicarios, el que yo maté—. Eran tres, ellos dos y una mujer castaña. Y.....

   Raven levantó la mirada.

—¿Y?—repitió.

—Yo sólo acabé con ése—señalé con el dedo al hombre frente al que ella estaba—. Al que está por allá lo decapitó otra persona.—El otro cuerpo yacía cerca de la entrada.

—Octavia—asumió ella volviendo a mirar al tipo. Empezó a revisar su ropa por si encontraba alguna identificación o algo que nos llevara a quien los envió.

—No, fue otra chica—llamé su atención de nuevo—. Parece que venía siguiéndolos porque le dijo a la mujer que ya sabía que no tramaban nada bueno o algo así.

   Cogí el dardo de verbena que la joven le había disparado en la pierna a Octavia.

—Fue ella quien le puso un antídoto a Octavia, verbena. Dijo que contrarrestaría los efectos del veneno de Blood Drynka.

—¿Te dijo su nombre? ¿Reconociste su rostro? Espera....—paró de hablar y buscó con la mirada algo en la estancia—. Dijiste que eran tres, y una era mujer, ¿dónde está?

—No, no y se la llevó la extraña—dije respondiendo a cada pregunta. Me senté en el sofá—. Me querían a mí, y fue Octavia quien salió perjudicada.

—Lexa, acabas de decir que estará bien.

—¿Y si no hubiese sido así? ¿Y si esa chica no hubiese aparecido?—Me desesperaba pensar siquiera en un universo donde la rubia no hubiese llegado—. Necesito encontrarla para agradecerle en condiciones—suspiré.

   Raven siguió requisando al sicario, la observé muy concentrada en lo que hacía. Siempre ha sido así de meticulosa, la conocía desde que era una niña porque sus padres estuvieron en la Armada y Horace era su padrino, a medida que crecía mi abuelo vio excepcionales aptitudes en ella. Pero Raven declinó la oferta de seguir los pasos de sus padres después de vivir con el hecho de que éstos habían desaparecido en acción, cuando se vio mayor se distanció de mi abuelo y anduvo por su cuenta por todo el mundo haciendo otros trabajos, se reportaba conmigo y Octavia de vez en cuando, Aiden vivía con ella desde hacía tres años más o menos, con el permiso de mi abuelo le pedí a ella que lo cuidara, Raven era mi única opción de mantener a mi hermano lejos de Los Sabios, ella y Dietrich. Y gracias al cielo no los han contactado.
   El último lugar donde habían estado viviendo era aquí en Nueva York, una razón más para esconderme en mi ciudad menos favorita.

—Lexa, tienes que ver esto—dijo.

  Me agaché olvidándome de la herida que tenía en la pierna, apenas fue un roce hecho por la bala así que no dolía, ni siquiera brotó sangre.
  Raven le levantó la manga de la chaqueta de cuero a uno de los sicarios, un hombre moreno. Dejó a la vista una marca, era una V rodeada por una serpiente que se mordía la cola.

—Uróboros—susurró Raven—. Es como un blasón, lo marcaron como al ganado. ¿Sabemos de un Blood Drynka que haga este tipo de bestialidad?

—Valantyne—respondí.

    Los recuerdos de la noche en la que se llevó a cabo ese encuentro de Bebedores de Sangre en Seattle se agolparon en mi mente, el rostro de Tobías Valantyne se hizo presente. Él estuvo esa noche allí, creí que había sido mi imaginación el darme cuenta que nos había visto pero no, sí nos vio a Octavia y a mí.

—Octavia y yo vinimos a Nueva York buscando respuestas por lo que había pasado con Tristán Bogdánov—le expliqué a Raven—. Sabes que nos concierne cuando hay este tipo de sucesos de cara al público, al hombre le habían cortado la cabeza y la dejaron en Manhattan. De aquí fuimos a Seattle por lo de la explosión en uno de los laboratorios G del Grupo Griffin, se presentó una situación irregular, actos violentos, muertes, y descubrimos que era una especie de problema en el interior de la cúpula Blood Drynka de la cual ya se encargaron durante un encuentro en la misma ciudad, Octavia y yo estuvimos allí ocultas de la vista de ellos, o eso creímos—miré al sicario—. Valantyne nos vio, y me parece que no le gustó que dos humanas presenciaran aquello. Lo que no me explico es cómo supo mi nombre porque ése tipo me llamó Lexa, sabían quién era yo, Raven, y no es que ande dándole mi nombre a cualquiera o asistiendo a eventos en nombre de la Fundación Tramell-Wood.

—Luego nos ocupamos de cómo supo Valantyne quién eras, ¿ya rendiste cuentas ante el Consejo sobre lo ocurrido en Seattle?

—Todavía no, apenas estaba preparando un informe.—Del cual omitiría algunos detalles porque Ellos no me han desvelado los secretos que sólo debe saber la alta jerarquía, y yo ya estaba en la cima.

—¿Les dirás que te atacaron?

—¡No!—respondí de inmediato—. Raven, escucha, lo que pasó aquí no puede salir de esta casa. Si Lucrecia o algún otro de Los Doce se entera ocasionará un grave problema entre nosotros y los Blood Drynka, yo resuelvo esto.

—No me malinterpretes, a mí Los Sabios me saben a mierda, pero Lexa, esto es un acto inaceptable. ¿Mandar a matarte? Al ver que sus sicarios fallaron enviará a alguien más, y tienes a Aiden y a Octavia. Deberías decirles y que te permitan usar a la Armada por protección.

—He dicho que no—sentencié, Raven resopló—. Por ahora mi relación con Ellos es inestable, por mi parte al menos, Ellos ni enterados—sonreí nerviosa—. ¿Puedes confiar en mí, Raven?

—Por supuesto—respondió sin pensarlo mucho—. ¿Has descubierto algo que te hiciera reforzar tu constante cuestionamiento a la forma de proceder de la gente de tu entorno, verdad?

—Llévate esos cuerpos y quémalos—le ordené desviando la conversación—. Después te muestro algo, necesitaré tu ayuda.

—Vale, Heda—contestó haciendo un saludo militar por pura guasa.

   Dejé a Raven hacer lo que le ordené y subí las escaleras para reunirme con Aiden quien había dejado la puerta abierta, estaba sentado al borde de la cama removiendo un pañuelo de la frente de Octavia.

—Tiene mucha fiebre, Lex—dijo cuando escuchó mis pasos, se levantó para estar a mi altura—. Deberíamos llevarla a un hospital.

—No, bicharajo—habló Octavia con voz débil, había despertado, sonreí y Aiden volvió a sentarse a su lado—. Qué gusto verte, Aiden.—Octavia le tomó la mano—. No pueden llevarme al hospital, mañana ya estaré levantada, te lo prometo. Aún tengo mucho qué enseñarte, Raven y Dietrich te han tenido demasiado tiempo.

   Eran las cuatro y treinta de la madrugada, un día bastaría para que la verbena limpiara su organismo de toda ponzoña. La mordida de un Blood Drynka transmitía un veneno muy fuerte que terminaba matando a la víctima, no pasaba como en las películas o libros, no era la mordida lo que convertía a alguien en vampiro, era la sangre, la magia en ella se activaba al morir con ella en el sistema, era algo básico que aprendíamos en la Armada.
   Octavia volvió a quedarse dormida.

—Aiden, ven conmigo, te enseñaré la habitación que ocuparás—le dije a mi hermano.

—¿Todavía quieres quedarte aquí? ¿No te parece que es peligroso?—preguntó acompañándome—. Pueden enviar a otra persona.

—Eso espero—Aiden frunció el ceño—. Estaré preparada—sonreí.
  
   El día permaneció gris, todavía no se había desatado la lluvia, tan sólo se escuchaban los truenos.
   Raven regresó a eso de las ocho de la mañana, había hecho lo que le dije, quemó los cuerpos. Era la única forma de asegurar la muerte de esas criaturas, decapitados aún podía haber peligro de regeneración.
    Aiden preparó el desayuno para todos, Octavia estaba despierta y con ayuda podía caminar, sola no porque sentía mareo. La llevé a la estancia, Aiden le dejó su plato en la mesita de centro, sabía que le encantaba el cereal de chocolate así que la consintió; Raven se sentó a la vera de Octavia y le dio un beso en la sien.

—¡Esa es mi niña, nada la detiene!—sonrió.

—No, nada. A menos que te saquen de la cama haciéndote caer de la misma mientras estás....

—Soñando con Ricky—terminé la frase.

—¿Quién es Ricky?—preguntó Raven sonriendo con picardía.

—Estamos pendientes, Lexa—amenazó Octavia.

   Cogí mi teléfono móvil de la mesita sin quitarle la mirada de encima a Octavia, podía estar un poco débil pero podía atacarme igual. El aparato empezó a sonar, era un número desconocido, contesté la llamada porque podía ser Dietrich, Raven le había avisado dónde iba a estar con Aiden y él seguro quería confirmar que estuviésemos bien.
    Me alejé de la sala riendo aún por lo huraña que era la expresión en el rostro de Octavia.

Señorita Tramell, tengo entendido que anda por Nueva York—escuché del otro lado del auricular.

—¿Quién habla?—pregunté. Los otros tres me escucharon y dejaron de hablar.

Matthew Carlysle, querida—respondió.

   ¿Podía esto empeorar?
   Matthew Carlysle era uno de los hombres más influyentes del mundo y su familia estaba en la cima de la pirámide jerárquica de la Élite Terrana, pertenecía al Consejo de Los Trece, Los Sabios.

—Con usted quería hablar, creo que me ha leído la mente—dije con serenidad, y no era mentira, había pensado en buscar una excusa para ver a su hija de cerca—. ¿Será que podemos reunirnos esta tarde? Para almorzar juntos.

Era lo que iba a pedirle, mi esposa e hijos nos acompañarán, Helena estará encantada de tener a nuestra nueva Comandante en nuestra casa.

—Déjeme la dirección y allí nos encontramos.

Perfecto. A la una de la tarde si le parece bien....

   Demasiada casualidad, pensé, colgando después de escuchar y memorizar la dirección y despedirme del señor Carlysle.

—Matthew Carlysle—les dije a los dueños de los tres pares de ojos que me miraban expectantes—. Tenemos una cita, que oportuno ha sido.

—¿Amanda estará allí?—preguntó Octavia. Raven y Aiden la miraron.

—Dijo que sus hijos nos acompañarían así que imagino que sí. Había llamado con la intención de invitarme a almorzar.—Me senté con ellos—. Raven, hay un ordenador en mi habitación, encontrarás archivos codificados que necesito que abras, Octavia y yo conseguimos abrir dos pero no pudimos con el resto, y le he estado dando largas por miedo a lo que pueda encontrar.

—Déjamelo a mí—asintió Raven.

—Pertenecía a nuestro abuelo—miré a Aiden—. Sé que no nos hemos visto mucho, y que no permití que estuvieras en su funeral.

—Te lo dije entonces y te lo digo ahora, tus razones tendrías para sacarme del continente. Lo que sea que esté pasando yo te apoyo, Lexa—dijo él, Octavia le alborotó aún más el cabello con la mano.

—Es posible que nos ganemos la enemistad de Los Sabios y pasemos a ser sus enemigos, ya no seremos el décimo tercer linaje, Aiden.

—Lexa—dijo Octavia—. Passo Avanti, adelante, si estamos en el camino correcto sigamos con esto, pero juntos.

   Raven asintió cuando busqué su respuesta a eso, Aiden me guiñó un ojo.
   
   Llegada la hora me alisté para ver a los Carlysle, tomé un vestido negro del armario, pinté mis labios de rojo y dejé mi cabello castaño suelto. Me despedí de ellos y bajé al estacionamiento usando el ascensor. Octavia me dejó su Audi plateado, en él me dirigí al edificio Dakota en la esquina de la calle 72 y Central Park West, en el Upper West Side de Manhattan, los Carlysle eran dueños de ese y muchos edificios más dentro del país, eran el poder detrás del gobierno estadounidense, sin el permiso del patriarca de la familia el Presidente de turno no podía hacer nada y era él en consenso con los demás Sabios los que decidían el destino del mundo y encaminaban a la gente por donde Ellos creían conveniente; Horace no quería ser parte de eso, no más y lo mataron, no debía enfrascarme en lo mismo porque terminaría perdiéndome y mi abuelo me dijo que no lo hiciera, que no me perdiera, pero sentía tanto odio por la certeza de que fue asesinado por quienes había estado protegiendo de la gente a la que Lucrecia se refirió cuando me ordenó deshacerme de Illian Vesper. Eran los seguidores del Immortal, él estaba escondido pero como nosotros también tenía a su gente, aliados Blood Drynka's que le eran leales a él, su padre de conversión.
   Miré el edificio de SaharGlobal cuando pasé por allí de camino a ver a Matthew, ¿sería Vládimir Bélikov uno de esos seguidores de Caín? Trato con Blood Drynka's tenía, para muestra estaba su cercanía con Arath Griffin.
    Suspiré y seguí adelante.
   Le lancé la llave al valet cuando llegué a mi destino, entré al Dakota, me anuncié en recepción y el hombre que me atendió habló con su jefe, me indicó que pasara derecha a un ascensor que me llevaría directo al piso de la "familia real" de los Estados Unidos.
  Esos acabados antiguos del Dakota me hacían imaginar que acababa de entrar a otra época.
   Las puertas del elevador se abrieron, entré al lujoso apartamento y fui recibida por el hombre que me había llamado, acudió a mi encuentro caminando desde la estancia donde también estaban una mujer y dos jóvenes, un chico y una chica, ésta última no era Amanda, tenía el cabello negro y Amanda era rubia.

—Bienvenida, Lexa—saludó Matthew.

   Vestía de traje y corbata, un rasgo a destacar en su rostro era la barbilla partida y una sonrisa  por demás maliciosa e hipócrita.
   Estreché su mano, él beso el reverso de la mía y procedió a presentarme a su familia comenzando con su mujer, Helena. Ésta exhibía un largo cabello negro y un elegante vestido turquesa. Como si no bastara con la hipocresía y arrogancia del señor, la señora era aún peor, una falsa serenidad en su voz y una fría mirada que estudiaba cada parte de mí. A ella le siguió el hijo, Dorian, el joven tenía una sonrisa encantadora, era muy dulce, a diferencia de sus padres él vestía más casual, un suéter negro y pantalones blancos. El color de sus ojos era tan oscuro como el de su pelo. 
   Y por último Matthew me presentó a su sobrina.

—Ella es Claudia.....

   No escuché nada más después de Claudia, enseguida pensé en el vídeo donde aparecía Amara Argent. ¿Estaría conectada la chica a la que ahora tenía cogida por la mano, con ella y el instituto RK? ¿Era ella la Claudia que Amara nombró?
   Miré a Matthew, no tenía ni por qué preguntármelo, él era uno de los que financiaba ese instituto del infierno.

—¿Pasa algo, señorita Tramell?—preguntó Matthew.

—Lexa, llámeme Lexa, estamos en los mismos círculos, ¿o no?—sonreí.

—Lamento haber tardado—dijo una mujer desde las escaleras que estaban nada más entrar al vestíbulo, di la vuelta y me quedé conmocionada de sólo verla. Era Amelia Argent, yo aún tenía mis dudas sobre que mi abuelo encontrara a la primogénita de Caín y lo guardara en secreto llevándoselo consigo a la tumba. Pero sí, ésta era Amelia, y si era ella ¿entonces dónde estaba la verdadera Amanda?—. Lexa Tramell, supongo.

—Mucho gusto—dije apretando su mano con delicadeza, y de vez en cuando mirando a Helena y a Matthew, qué le habían hecho a su hija porque ésta no había entrado a la familia Carlysle sin que ellos supieran de quién se trataba. Y lo tenían oculto del resto de nosotros. Mi abuelo fue quién descubrió su identidad, ¿y si había sido dicho descubrimiento lo que provocó su muerte? ¿Acaso estaba delante de su asesino? Matthew, para proteger lo que llevaba ocultando todo este tiempo a los Otros, ¿fue a por mi abuelo?

   La joven era algo más alta que yo, cabello rubio y ojos café en donde no había más que vacío.

—Lamento lo que pasó con tu abuelo, tuve la oportunidad de conocerlo—dijo Amanda.

—¿En serio?—sonrió Matthew, pero no pudo ocultar su evidente sorpresa y el que no le cayó bien ese hecho.

—Sí, incluso hice una donación a vuestra fundación—respondió ella mirándome.

—Muchas gracias, Amanda, la ayuda siempre nos viene bien. La Fundación fue idea de mis padres y abuelos, ayudamos a muchos niños sin hogar, chiquillos que han perdido a sus padres por distintas causas, intentamos darles un poquito de felicidad—conté con orgullo.

   Amanda seguía cada una de mis palabras con una sonrisa y asintiendo.
—Debe sentirse como si se limpiaran algunos pecados, ¿no crees?—comentó. La sonrisa de orgullo desapareció de mis labios—. Iré por algo de beber, ¿a alguien más le apetece?—preguntó como si no hubiese lanzado esa puya que atrapé al vuelo.


3 comentarios:

  1. La personalidad de Anelia-Amanda, con esa pregunta tan cargada de intención.

    Está claro que rebelarse tiene su precio.
    Que bien contado.
    Besos.

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  2. Amy siempre tan incisiva y vaya con los vampiros esos, y yo que soy de los buenos ;)

    Dulces besos Ivel y dulce semana.

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